sábado, 4 de junio de 2011

Cincuenta y nueve

-¡Lily ya estamos en casa!-La puerta de la calle se cerró tras la voz aguda.
Habían pasado dos horas, Lily y Emma intentaban consolar a Ámber y convencerla de que tenía que hablar con sus padres y contarles todo. Pero ella era terca y no entraba en razón.
-Mamá…¿qué hacéis aquí ya?
-Volver a casa, está lloviendo y ya empieza a hacer frío, apenas quedan dos semanas para que entre el invierno cielo.
-Ah…
-¿Qué hacías? En el ordenador de Ámber cotilleando e pillina…-Se asomó a la habitación con intención de apagar la luz-¿Ámber, qué haces en casa?-Se dio cuenta de que Emma estaba a su lado. Su madre se cruzó de brazos.
-No me encontraba bien…y, em…Emma me ha acompañado a casa.
-Si, casi se desmaya.
-Cállate-Le indica Ámber en voz baja.
-Ámber, no la mandes callar. Lo siento enana pero ha llegado el GRAN momento-Recalcó al palabra “gran” e hizo un gesto de comillas con las manos. Lily se acercó a su hermana y la cogió por los hombros-Estaré contigo, pero díselo ahora.
-Ámber, Lily…¿qué pasa?-esbozó una sonrisa-No me asustéis hijas por favor.
-Siéntate en la cama mamá, cierra la puerta, no quiero que papá se entere…aun.
-Bueno yo me voy Ámber, lo siento, pero tengo que volver a casa…ya son las tres y veinte y aun no he llegado a casa… mi madre estará..preocupada-Le dio dos besos, luego hablamos ¿vale?
Emma salió por la puerta, tras ella quedaban las tres mujeres en aquella habitación color añil. Afuera llovía a cántaros, se puso la capucha del chubasquero y corrió hasta la parada de autobús más cercana, No había gente.
Estaba sentada en la marquesina cuando notó esa extraña sensación de frío y calor a la vez, como una oleada. Era raro, aquella sensación que meses atrás había notado una noche antes de entrar en casa después de haber estado con Borja…de aquella noche mágica. Esa sensación de que alguien te observa…
Emma se puso nerviosa, empezó a mirar para todos lados. Se fijó en que un chico se estaba acercando hacia ella mirándola fijamente, despacio, de arriba abajo…
“¿Quién coño es este? Hay Dios, que viene hacia mí…no, no, no, no, lárgate, bus, llega cuanto antes”
Justo cuando el chico iba a entrar en la marquesina, el bus apareció y Emma se subió rápido. Miró por la ventanilla a aquel joven que se quedaba sentado con la cabeza gacha.
¿Quién era? ¿Qué quería?

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