viernes, 3 de junio de 2011

Cuarenta y cinco

-Bueno, supongo que es “la hora”-Dijo Emma marcando las comillas con los dedos.
-Si-Borja giró su mirada. Su postura era relajada, soportando todo su peso en una pierna, un brazo colgando y el otro cogiendo a este.
Estaban uno en frente del otro. Emma no lo pensó dos veces, se tiró sobre él y empezó a gimotear como el típico niño pequeño al que le han quitado un juguete. Emma estaba destrozada. Borja se hizo el duro por un momento, pero se rindió, eso era una tontería, la frase que su abuelo y su padre le habían enseñado de “los hombres no lloran” apareció en su cabeza, ahora se había hecho pedacitos como un jarrón al caer al suelo. La abrazó fuerte, y ella a él, los dos llorando, recordando esos momentos increíbles e inolvidables para toda la eternidad, soñando que quizás esta partida no fuese real, que todo fuese una estúpida pesadilla que desapareciese con el primer rayo de la mañana…pero por desgracia todo era real.
-Niña…solo te pido que por favor no me olvides. No se cuando voy a volver, si dentro de un mes o de un año…Rehaz tu vida, disfruta, no te quedes en casa encerrada ni nada por el estilo que te conozco, tu eres mi vida y lo único por lo que vale la pena seguir viviendo, y por eso voy a volver, ¿vale?-Se le quebró la voz, Emma cada vez lloraba más. Sacó fuerzas de donde pudo y habló.
-Ha sido un discurso genial. Te prometo todo lo que quieras, pero no será fácil hacerlo…Te quiero tanto-Le besó. Notó algo extraño en él. No era el típico beso frío y escalofriante como los conocía, este era cálido, apasionado, intenso, largo y excitante. En él contaba tantas cosas que no sabían como decirse con palabras…Notaba amor en él-Buenas noches-Lo abrazó fuertemente-Prométeme que me escribirás o si tenéis tecnología que me mandarás un sms o un privado al tuenti…Borja-Le habló aceleradamente al oído en un tono bajo y apacible.
-Te lo prometo mi niña, te lo prometo. Ten, quiero darte algo para que no te olvides de mí-Del bolsillo de su chupa sacó un paquetito amarillo, era el envoltorio de algo.
-¿Para mí? Que fuerte, no tenías…
-Calla y ábrelo anda-La interrumpió dándoselo.
Ella desenvolvió el paquetito rápida como el rayo. ¿Qué sería? Nadie antes le había regalado nada, ni siquiera Juanjo, ese canalla… Pensó en qué sería, abrió la cajita y encontró una esclava plateada, la cadena estaba formada por pequeños anillos entrelazados unos en otros, la chapita tenía una inscripción:
Por delante “Emma”, por detrás “Te quiero: B” El mensaje era sencillo, pero lo decía todo, una “pareja” que se quería. El texto de detrás era apropiado, así no sería descubierta, por así decirlo.
-¡¡¡Oh dios Borja es preciosa!!!-Sonrió, él le limpió un par de lagrimones en su mejilla-Gracias-Él le sonrió-Pero…yo no tengo nada para darte, me sienta mal, lo siento…-Se puso triste.
-No te preocupes, mi mejor recuerdo ya lo tengo y es tu mirada, tus labios, tu forma de ser, tu en general, te llevaré conmigo en mi mente, siempre-Se besaron.

Una persiana se levantó un tanto y la luz de esa habitación se encendió.
-¿Quién anda ahí?
-Borja, te quiero, te amo…Adiós, para siempre.
-Te quiero-Y apretó sus labios una última vez contra los de ella, cogiendo su fina cara entre sus manos.
-Vete, venga-Dijo en susurros. Entró en casa. Borja esperó a que la luz se apagara para irse.
Emma subió a su cuarto sin hacer ruido, en su corchera vio un par de fotos que había revelado hacía dos días en las que estaban ella y Borja sentados en el paseo del lago y juntos.
“Ah, ya se qué le puedo regalar para que no se olvide de mí”

El teléfono de Borja sonó. Un mensaje:
“Vuelve a mi casa por el jardín, estoy en mi habit.”
Sin pensárselo dio la vuelta corriendo como loco. ¿Qué querría? Llegó allí en un santiamén, la ventana de Emma estaba un poco abierta, una cabeza asomó por ella.
-Borja, toma, para que me tengas siempre contigo-Le tiró la foto por la ventana, él la cogió y la besó, miró el dorso, había algo escrito:

Amor mío, mi amor, amor hallado 
de pronto en la ostra de la muerte. 
Quiero comer contigo, estar, amar contigo, 
quiero tocarte, verte. 


Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo 
los hilos de mi sangre acostumbrada, 
lo dice este dolor y mis zapatos 
y mi boca y mi almohada. 


Te quiero, amor, amor absurdamente, 
tontamente, perdido, iluminado, 
soñando rosas e inventando estrellas 
y diciéndote adiós yendo a tu lado. 


Te quiero desde el poste de la esquina, 
desde la alfombra de ese cuarto a solas, 
en las sábanas tibias de tu cuerpo 
donde se duerme un agua de amapolas. 


Cabellera del aire desvelado, 
río de noche, platanar oscuro, 
colmena ciega, amor desenterrado, 


voy a seguir tus pasos hacia arriba, 
de tus pies a tu muslo y tu costado.

Era de Jaime Sabines. Ese poema lo había leído él en su último año de secundaria. Enfrente de todo el colegio, en un concurso, siendo él el ganador por votación mayoría absoluta.
Se despidió de ella mirándola y tirándole un beso con su mayor sonrisa en la cara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario