jueves, 2 de junio de 2011

Veintinueve

-¿Qué te importa lo que le pase? ¿Acaso eres consciente de ello?
-¿De qué me hablas? Tú tienes tanta culpa como yo, o incluso más.
-¡¡Oh, vamos Rubén, Emma está obsesionada en que la culpa es de ella!!
-¿Qué? ¿Por qué?
-Lo sabes perfectamente Rubén, no me hagas decírtelo, piénsalo un poco y lo sacarás tu solito. Me voy.
-No, no te vas. Dímelo Borja, estoy preocupado y lo sabes bien.
Borja lo miró seriamente y se dio la vuelta.
-Borja-Gruñó Rubén cogiéndolo por el brazo. Borja se revolvió, su hermano no lo soltaba así que le empujó.
-Mira Rubén, no quiero pelearme contigo otra vez ¿vale?, estás herido y estarías en baja forma-Rubén suspiró y se tiró contra él haciendo que los dos empezaran a rodar escaleras abajo del porche.
-¡Mierda! ¿¡Ya estamos otra vez, quieres parar?!-Dijo Borja cogiéndolo por las manos para que el otro se estuviera quieto-¡Para, para, para, para!

Rubén seguía atizándole, puñetazo tras patada, sus padres no estaban para separarlos, así que tendrían que parar a partir del más débil. Siguieron un buen rato, los vecinos se empezaron a asomar a sus ventanas llamados por el jaleo que los dos hermanos estaban haciendo. La policía apareció a la vuelta de la esquina, aunque ellos siguieron peleando, uno de los agentes salió del coche a toda prisa, cogió a Borja por los brazos levantándolo y poniéndole los brazos tras la espalda. Borja gruñía forcejeando, estaba furioso, quería seguir peleando, ahora había empezado a soltar toda su furia y no quería dejarse nada adentro. El otro agente sujetó a Rubén, pero este ya estaba tranquilo, y se paró solo.
-Bueno, ¿qué está pasando aquí vamos a ver?-Dijo uno de los agentes. Uno alto y de pelo rubio y piel clara, como si estuviese acostumbrado a bañarse en lejía y nunca tomase el sol. Su voz era muy grave e imponía un gran respeto.
-Los conozco, son los hijos mayores de Oscar y Alicia Munitch, ¿me equivoco?
-No, señor agente, por desgracia no-Rubén hablaba mirando al suelo y en voz baja, lo suficiente como para que solo ellos cuatro lo oyesen.
-Bueno, vamos a comisaría y desde allí llamaremos a vuestros padres.
-Mierda…-Borja miró con odio a su hermano.
-¿Qué?-Rubén no entendía por qué esa reacción.
-Al coche chicos.
Se oían los susurros y las voces alteradas de los vecinos.
Por lo general los hermanos siempre habían sido tranquilos y a simple vista se llevaban bien, aunque alguna que otra pequeña vez se les oía discutir dentro de casa.
Entraron en el coche de mala gana. No hubo falta de esposarlos, se tranquilizaron al cabo de unos segundos. Los agentes no hablaron en todo el trayecto. Se bajaron del coche delante de los agentes y entraron por la puerta principal como otra gente cualquiera, no como los típicos delincuentes de todos los días.
-Sentaros por favor-Les dieron paso a una pequeña sala de espera- Necesitamos el numero de uno de vuestros padres- Borja le dio el de su madre, no se atrevía a darle el de su padre, estaba nervioso, sabía qué iba a pasar, todo se iba al traste. El agente se dio la vuelta y se dirigió a la barra de recepción, una mujer bajita y algo regordeta le ofreció el teléfono tras unas breves palabras del agente, ella se dio la vuelta y miró hacia la sala de espera, seria, alzó una ceja en señal de extrañeza como si se preguntase lo que habían armado esos dos angelitos.
El agente empezó a hablar por el teléfono con buen tono, pasados dos minutos lo colgó y se dirigió hacia los chicos.

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